Bridas

-¿Por qué hemos quedado aquí? No hay nadie. Esto es un edificio vacío. Siempre decías que eso de no estar solos te daba miedo estando conmigo.

+Quiero estar a salvo de los demás. Lo peor de estar contigo ha sido lo que los demás pensarían. Gracias por venir. Sigue subiendo, nos quedan dos pisos.

-¿Qué vamos a hacer aquí exactamente? He venido por tí. Para arreglar lo que haga falta.

+Llegamos. Siéntate en esta caja, por favor. Yo también quiero arreglarlo todo. Definitivamente.

-Esto está lleno de porquería. ¿De verdad es necesario?

+Es necesario que te sientes y que pongas una mano cerca de la viga. Te voy a sujetar el brazo con unas bridas.

-¡Es una locura! ¿Por qué?

+Estaremos más igualados. No podrás moverte y yo estaré a salvo dando un paso atrás si te da por soltar la mano. Y yo no podré hacerte daño porque con una sola mano te podrás defender. Me dabas las palizas con una sola mano; recuerda.

-¡Es injusto! Nunca te di ninguna paliza. Algún golpe merecido para que aprendieras. Nada más. Pero, ok. Sólo dime de qué quieres hablar y me dejo atar el brazo.

+Quiero ser tan fuerte como tú por una sola vez. Poderte hablar sin miedo.

-Ok. Te doy la izquierda para que me la ates. No aprietes demasiado. Así está bien. ¡No! Deja que me circule la sangre, ¡coño! ¡te has pasado! ¿Cómo se afloja esto? ¿De qué vas?

+Las bridas no se aflojan. Sólo se pueden apretar más o cortarlas. Es como el abusar de alguien. De eso quería hablar. Primera lección.

-Ok. Estoy aquí, ¿no? Rápido, por favor, me duele la mano.

+Lo primero es que no sé por qué has venido. Yo, en tu lugar, no lo hubiera hecho; habría supuesto que no sería para nada bueno. Me has sorprendido.

-Porque me preocupo por tí. Afloja un poco esto, por favor.

+No se puede aflojar, ya te lo expliqué. No te traje aquí para charlar y arreglar las cosas. Lo que ha pasado en estos años no se puede arreglar. Yo no puedo reconstruirme porque ya no sé cómo era antes de estos años. A veces creo soñar con alguien parecido a mí que lleva una armadura de papel de aluminio, con protección visible pero con poca muralla. Considero un éxito los golpes que me he ahorrado por mis reflejos. Las veces en que te suplicaba y no me hacías caso se han convertido en muescas en mi chepa que quiero arrancar; y no puedo hacerlo una a una; serán todas a la vez, y será hoy.

-¡Te estás pasando! Tengo la mano azul. ¡Quítame la brida! Y, todo lo que pasó, era por algo. Cada momento de la vida de cada uno es merecido. ¡Todo es por culpa de uno mismo!

+Entonces, lo que te está pasando y lo que te va a pasar es culpa tuya. Deja de agitar el brazo, que te corto la brida.

-Gracias. Ya no sentía la mano. Y, ahora, me explicas de qué va esto o te doy una hostia.

+Esto va de que en las grabaciones de las cámaras del edificio apareceremos entrando cogidos de la mano. Aún tengo marcas de tus golpes y te va a ser difícil demostrar que no me tiraste por la ventana. Son once pisos. Adiós.

Rate this post
Esta entrada ha sido publicada en Mediorelato y etiquetada como , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario